
En informática siempre hemos vivido cómodos en nuestro pequeño paraíso de determinismo absoluto. Si ejecutas una función con los mismos parámetros, siempre obtienes el mismo resultado. Si pasas los mismos trillones de bits por un procesador, el resultado es exactamente el mismo, bit por bit, sin margen para la duda. Eso nos encanta porque nos da control, testabilidad y la reconfortante sensación de que el mundo tiene sentido.
Pero, sorpresa: el mundo real nunca fue así.
Los humanos somos un festival de la no-repetibilidad. La misma persona te responde diferente según si ha dormido o no, un artesano no hace dos piezas idénticas aunque lo intente, y hasta un plato de spaghetti a la carbonara sabe distinto según el humor del cocinero. Vivimos felices en el caos del no-determinismo humano, y ni nos inmutamos.
Y entonces llegó la IA generativa.
Esos LLMs tan de moda que, al pedirles algo dos veces, te devuelven dos respuestas distintas. ¡Cómo se atreven! ¡Un sistema digital que no es predecible! ¡Qué traición al dogma binario! ¿Dónde quedaron mis 0s y 1s obedientes?
Y para rematar: basta cambiar una sola palabra en un prompt de mil líneas para que el modelo se comporte como si le hubieras contado otra historia completamente distinta. En nuestro mundo clásico, cambiar un parámetro era controlado, casi quirúrgico; aquí, en cambio, es como mover una ficha de dominó en una cadena infinita de caos creativo.
La explicación, claro, es que estos modelos no funcionan como un switch eléctrico, sino más como una maraña de neuronas artificiales, con pesos, probabilidades y un simpático botoncito llamado temperatura que básicamente regula cuánto caos queremos en la salida.
En otras palabras: los LLMs han traído a la informática la misma incomodidad que llevamos siglos tolerando en el mundo humano: la falta de exactitud absoluta. Y claro, ahora nos explota la cabeza porque no esperábamos que una máquina jugara a ser humano.
Quizá el cambio de paradigma es aceptar que lo digital también puede ser impredecible. Y que está bien. Al fin y al cabo, ¿qué sería de la vida si todos los platos de spaghetti a la carbonara supieran exactamente igual?







Lo primero que debíamos hacer era crear un API que permitiera que otras aplicaciones consumieran nuestras aplicaciones, para ello con el
Durante los años que llevo en el desarrollo de software todavía no he dado con la forma «perfecta» para ofrecer una documentación clara y eficiente para los usuarios de la aplicación.
